El Familiar: la imagen como guardiana de la memoria
“La fotografía crea mundos, pero también es guardiana de la memoria de nuestro pueblo.”
— Bárbara Leiva
Con su proyecto El Familiar, la fotógrafa y fotoperiodista Bárbara Leiva se adentra en una de las zonas más oscuras de la historia argentina: la complicidad empresarial en los crímenes de la última dictadura cívico-militar. La obra fue seleccionada en la Convocatoria RARA por su profundidad conceptual, su potencia estética y su valor testimonial, y hoy compartimos esta nota para amplificar su voz y su trabajo, que es también el de una generación comprometida con la memoria, la verdad y la justicia.
© Bárbara Leiva
¿Cómo contar lo que no tuvo testigos? ¿Cómo narrar una historia cercada por el silencio, por el miedo y por la muerte? En su proyecto El Familiar, la fotógrafa y fotoperiodista Bárbara Leiva se enfrenta a esas preguntas con una estrategia visual que entrelaza mitología, archivo, testimonio y poesía. La obra aborda uno de los episodios más oscuros de la última dictadura cívico-militar argentina: la Noche del Apagón, ocurrida en julio de 1976 en Jujuy, y la complicidad de la empresa Ledesma S.A.A.I. en los secuestros ilegales de trabajadores, estudiantes y militantes políticos.
La llamada Noche del Apagón fue en realidad una sucesión de apagones deliberados entre el 20 y el 27 de julio de 1976, y consistió en cortar la luz de las localidades jujeñas de Libertador General San Martín y Calilegua para facilitar la represión. Durante esos días, fuerzas de la Policía provincial, la Federal, la Gendarmería y el Ejército sitiaron los pueblos y secuestraron a cientos de personas en la oscuridad. Se estima que unas cuatrocientas personas fueron detenidas, muchas de ellas trabajadores y sindicalistas del ingenio azucarero Ledesma; al menos 55 siguen desaparecidas hasta el día de hoy. El ingenio, que controlaba el suministro eléctrico local, cortó la energía y puso sus vehículos a disposición de los operativos. Las víctimas fueron llevadas a centros clandestinos de detención en galpones del propio ingenio, donde permanecieron atadas y encapuchadas. Estos hechos convirtieron al Apagón en un emblema de la complicidad civil y empresarial con el terrorismo de Estado, y desde 1983 impulsan una marcha anual de familiares y sobrevivientes que recorren los diez kilómetros que separan Calilegua de Libertador General San Martín en demanda de memoria, verdad y justicia.
El origen del proyecto: entre la marcha, la escuela y la memoria
La idea de El Familiar surgió en 2024 como trabajo final de la carrera de Fotoperiodismo en la Escuela de ARGRA, en Buenos Aires. Pero su semilla había empezado a germinar mucho antes: en 2017, Bárbara asistió como fotógrafa del Frente Murguero a la tradicional marcha que se realiza desde 1983 en conmemoración de la Noche del Apagón. Ese recorrido simbólico, de seis kilómetros entre Calilegua y Libertador General San Martín (Jujuy), marcó su primer contacto con una historia que más tarde se volvería eje de su búsqueda artística y política. “Me interesaba realizar un trabajo que permitiera dialogar sobre estos sucesos con nuevas generaciones y me percaté que había pocos proyectos fotográficos actuales que abordaran la complicidad civil durante la dictadura”
Una conversación con un amigo le reveló el mito del Familiar, figura mítica y temida en los ingenios azucareros del norte argentino: un perro negro, de ojos rojos, que devora obreros como parte de un pacto entre los patrones y el diablo. A cambio de riqueza y protección, el dueño del ingenio debe alimentar al Familiar con cuerpos humanos. La leyenda, vigente hasta hoy, encierra una metáfora brutal sobre las formas de poder: la desaparición como base de la riqueza; el miedo como control social. “Funciona como dispositivo de disciplinamiento de las élites locales, ya que es el hambre voraz del diablo la que hace que desaparezcan trabajadores sin razón aparente” cuenta Bárbara.
En este sentido, la obra no se limita a ilustrar un mito, sino que lo reinterpreta como síntesis visual del aparato represivo, articulando mito y archivo, fantasía y testimonio, lo colectivo y lo íntimo. La figura del Familiar se convierte así en una imagen para narrar lo innombrable: los secuestros nocturnos, los cuerpos desaparecidos, la muerte sin cadáver ni tumba. “En este trabajo, la construcción simbólica del Familiar opera como una expresión estético-social de la muerte violenta sin cadáver ni tumba”
© Bárbara Leiva
Durante su proceso, Bárbara estudió a fondo tanto el accionar de la empresa Ledesma como el mito del Familiar. Leyó textos de Alejandro Isla y Ludmila Da Silva Catela, consultó bibliotecas públicas, recuperó periódicos locales que daban cuenta de las primeras marchas por justicia desde 1983, e incluso fotografió tapas de diarios que mencionaban el juicio a los directivos de Ledesma. “Un punto clave del trabajo era evidenciar la impunidad de la empresa y de su dueño, Carlos Blaquier, quien obstaculizó el proceso judicial durante años hasta morir sin ser juzgado”.
Esa documentación fue combinada con una estética ficcional, influenciada por fotógrafos como Francisco P. Burgos, Marcos López y el lenguaje de la historieta para construir una narrativa visual comprensible, emocional y crítica. También tuvo como referencia la película El Familiar de Octavio Getino, que aborda el mito desde una perspectiva política. El resultado es un fotolibro donde cada imagen se vincula a un concepto clave: el pacto, el sacrificio, el miedo, la impunidad, el poder, el apagón, el familiar. “El pacto, el sacrificio, la impunidad, el miedo, el poder, el apagón, el familiar: fueron los conceptos que guiaron la producción de cada imagen” cuenta Bárbara. La obra apela a lo simbólico sin renunciar a lo documental, y evita caer en golpes bajos para transmitir el horror. “Cuando hablamos de la dictadura argentina hablamos de desaparecidos/as, de procesos ilegales, de clandestinidad. En definitiva, de lo no visto, de lo oculto. Y el uso del recurso mitológico me permitió construir la visualidad de un evento histórico del cual no hay registro”
Lo colectivo como sostén
Aunque se trata de un proyecto individual, Bárbara destaca el carácter colectivo de su proceso: desde los intercambios con docentes y colegas, hasta los testimonios de familiares y víctimas. También señala el desafío de la distancia geográfica como una de las principales dificultades del proyecto, ya que vive en CABA, a más de mil kilómetros del territorio donde sucedieron los hechos. “Me importaba mucho que, aunque mi trabajo fuera conceptual, cualquier persona pudiera comprenderlo, por lo que quería saber qué sensaciones generaban las imágenes”. La segunda parte del fotolibro da lugar a esas voces: las de quienes resisten al olvido, quienes buscan justicia, quienes nombran lo que otros intentaron borrar. Ahí también se inscriben los nombres de los que no volvieron, que habitan las imágenes como presencias latentes.
© Bárbara Leiva
En un contexto donde se multiplican discursos negacionistas, El Familiar cobra especial fuerza. No sólo porque denuncia una verdad histórica, sino porque la pone en relación con las estructuras actuales de impunidad. La obra, explica Bárbara, dialoga con la urgencia de sostener el debate sobre los crímenes de lesa humanidad y con la necesidad de interpelar a las nuevas generaciones. “Discutir estos crímenes se convierte en menester para construir una sociedad más justa, más empática y más humana. Lo pienso como fotógrafa y como madre”.
El Familiar es, en palabras de su autora, una experiencia “enriquecedora y desafiante”. El proceso de definir cada aspecto del fotolibro desde la narrativa hasta el gramaje del papel, le permitió descubrir nuevas posibilidades expresivas. Y, sobre todo, reafirmar una convicción: la fotografía tiene el poder de generar sentido, abrir debate y resistir al olvido. Desde Plataforma RARA, celebramos esta obra no sólo por su calidad artística, sino por su valentía política. Porque frente a la impunidad, la imagen también es denuncia. Y frente al olvido, la imagen también es promesa.