La otra orilla: habitar el limbo como espacio de transformación

En 2024 la convocatoria de Plataforma RARA seleccionó el proyecto La otra Orilla de Lucero Alomía. Esta obra no se construyó desde una idea previa, sino desde una necesidad vital, no nace como una respuesta, sino como una permanencia. Un quedarse. Un atravesar sin apuro un estado intermedio donde el cuerpo, el paisaje y la psique se reconfiguran mutuamente.

© Lucero Alomía

El proyecto surge durante un período de transición profunda en la vida de Lucero, cuando, en plena pandemia, se muda de Lima a Cajamarca, en la sierra norte del Perú. Ese desplazamiento físico activa una reflexión inicial sobre el irse y dejar atrás, pero pronto se transforma en algo más complejo: una meditación visual sostenida por la experiencia directa del paisaje y por una escucha atenta de los propios estados emocionales. No hay aquí voluntad de documentar un territorio, sino de habitarlo como espejo interno.

El concepto central del proyecto se articula en torno a la noción de limbo, desprendida de su origen estrictamente religioso para convertirse en una herramienta poética y existencial. En La otra Orilla, el limbo no es castigo ni espera pasiva: es un espacio de suspensión donde las fronteras se vuelven porosas. Entre el mundo humano y el mundo natural, entre el dolor y la posibilidad de transformación, entre la presencia y el vacío.

Lucero propone pensar el agotamiento emocional como una forma de éxtasis pasivo: un estado en el que el sujeto se aleja de sí mismo y queda suspendido en un “no lugar”. Ese intermedio, lejos de ser neutro, se presenta como un territorio cargado de sentido, donde las imágenes operan como umbrales. La fotografía no explica: permanece.

© Lucero Alomía

Durante su estadía en Cajamarca, la artista trabaja como practicante en equinoterapia y en el cuidado de caballos. Esa experiencia resulta clave para el desarrollo del proyecto. El contacto cotidiano con personas que llegan a terapia, la observación de los vínculos que se establecen con los animales y la dinámica de las constelaciones familiares abren una comprensión más amplia del sufrimiento: no como carga individual, sino como entramado colectivo.

Desde una perspectiva cercana a la psicología analítica de Jung, La otra Orilla reconoce que el inconsciente personal y el inconsciente colectivo se entrelazan. El dolor propio dialoga con el de otros, y solo a través del trabajo interno (del reconocimiento de las heridas) es posible construir entornos de cuidado y sanación. En ese sentido, el proyecto no estetiza el sufrimiento: lo escucha.

Deriva, intuición y poética visual

El proceso creativo se sostiene desde la intuición y la experiencia directa. Las caminatas por la montaña, muchas veces sin rumbo definido, se convierten en un método. Perderse aparece como una forma de conocimiento. El paisaje no es fondo ni escenario: es una presencia activa que va adquiriendo cualidades simbólicas en resonancia con los estados mentales de la artista.

Formalmente, el proyecto combina fotografía directa con collages digitales. Algunas imágenes nacen de la destrucción de realidades captadas por la cámara para luego ser reagrupadas, tensionadas, desplazadas. Esta operación no busca negar lo real, sino transformar el malestar en una poética visual, donde el vacío, la oscuridad y la fragmentación funcionan como lenguajes.

© Lucero Alomía

Uno de los mayores desafíos del proyecto fue enfrentarse a imágenes que evocan el miedo y la muerte, ligadas a estados límite y a una confrontación profunda con la propia fragilidad durante el proceso. La otra Orilla no propone una narrativa de superación lineal. Lo que aparece es una convivencia con el vacío, entendido no como ausencia de sentido, sino como un espacio saturado de interpretaciones y emociones.

El vacío, aquí, tiene peso. Tiene densidad. Y en esa densidad, las imágenes se sostienen sin necesidad de explicación.

Influencias y resonancias

Entre las referencias que acompañan el proceso aparece la obra del mangaka japonés Inio Asano, conocido por retratar con crudeza y sensibilidad la ansiedad, la soledad y el suicidio en personajes aparentemente “comunes”. Al igual que en sus relatos, en La otra Orilla lo cotidiano se vuelve un territorio existencial, donde lo mínimo adquiere una carga simbólica intensa.

Más allá del proyecto artístico, La otra Orilla representa para Lucero Alomía una evolución psicológica. Una inmersión emocional que le recuerda su propia fragilidad. La obra no se posiciona desde la distancia: emerge desde un involucramiento profundo con la experiencia vivida.

“Por dentro todos somos un caos orgánico —dice la artista— y por fuera integramos un tejido más complejo y vibrante que abarca al planeta y sus habitantes”. Esa frase podría funcionar como clave de lectura del proyecto: no hay separación posible entre lo individual y lo colectivo, entre el cuerpo y el territorio, entre la herida y el mundo.

En este último texto del año para el Blog de Plataforma RARA, La otra Orilla se presenta como un proyecto que no busca respuestas rápidas ni imágenes complacientes. Su potencia reside en sostener la pregunta, en habitar el intermedio, en confiar en que incluso en el limbo hay movimiento. Porque a veces no se trata de llegar a la otra orilla, sino de aprender a permanecer en el cruce.

Lucero Alomía (*1994) es una artista y fotógrafa peruana radicada en Lima. Su obra explora el espacio emocional colectivo, marcado por la cuestión de la separación entre naturaleza y humanidad, reflexión que desarrolla a través de una práctica visual íntimamente ligada a sus experiencias personales. Aborda temas como la soledad y la búsqueda de pertenencia desarrollando un diálogo sobre la identidad y la existencia en un contexto en constante cambio.

LUCERO ALOMÍA IG

Marina Cisneros

Director y Project Manager en Plataforma RARA. Profesional en gestión cultural y artes visuales, editora especializada en fotografía artística contemporánea y profesionalización de artistas visuales.

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