El poder de las imágenes: cuando la violencia deja de ser un juego

Soy Marina Cisneros, fundadora y directora de Plataforma RARA, y la autora de este blog. También soy artista visual, mujer, neuquina, patagónica. Después de cinco años, esta es la primera nota que escribo en un registro más personal. La impulso porque un video publicitario que mostraba como “cómico” el secuestro de una mujer encendió en mí, como en tantas otras personas, una alarma. Ver esa escena (una broma construida a partir de la violencia) me dejó abrumada y me obligó a pensar en lo fácil que algunas imágenes banalizan lo intolerable. La minimización de un acto tan brutal me llevó, con urgencia, a reflexionar sobre el poder simbólico de las imágenes y cómo moldean nuestra percepción de la realidad. Sentí la necesidad de preguntarme qué estamos normalizando cuando convertimos en chiste algo tan oscuro.

Desde mi lugar de artista visual especializada en fotografía contemporánea, sé que ninguna imagen es inocente. Cada fotografía, cada fotograma de video, conlleva significados y refuerza ideas, para bien o para mal, en quien los mira. Por eso, al ver aquel spot, no pude evitar preguntarme: ¿qué mensaje estaba enviando, aunque fuese “sin querer”? Entiendo el humor negro, pero acá la supuesta gracia dependía de invisibilizar el terror real que vivimos miles de mujeres. Y si una imagen publicitaria es capaz de arrancar risas presentando un secuestro, entonces tenemos que hablar seriamente de qué está fallando en nuestra cultura visual.

Una referencia inevitable me vino a la mente: la fotógrafa Cindy Sherman, porque vemos su obra en todos mis cursos. Sherman, ya a fines de los años ’70, comenzó a cuestionar en sus fotos la manera en que los medios de comunicación retratan a la mujer, exponiendo estereotipos y roles prefabricados. Han pasado más de cuarenta años de aquellas primeras series, y sin embargo la problemática no solo sigue vigente, sino que hoy incluso hay quienes quisieran que dejemos de hablar de estos temas. Parece mentira: Sherman dedicó su vida a revelar cómo las imágenes pueden oprimirnos o liberarnos, y en pleno 2025 todavía nos enfrentamos a las mismas dinámicas, e incluso a voces que dicen que “ya fue”, que exageramos, que mejor callemos. Precisamente por eso escribo esto con una convicción firme y sensible a la vez. Porque cuando una campaña publicitaria juega con la violencia machista como si fuera un gag cualquiera, queda claro que seguir reflexionando, desde mi campo, la fotografía, y desde mi experiencia como mujer, no es un capricho ni una antigüedad, sino una urgencia.

N96 - Centerfolds - Cindy Sherman

Desde el comienzo de su carrera, ha investigado las convenciones visuales de las revistas, desde las revistas pulp y de confesiones hasta las de moda y eróticas para hombres, y ha considerado sus efectos en nuestra psique individual y colectiva. En esta serie explora cuestiones de representación, poder y género en relación con la página central pornográfica.

La imagen como discurso político

Las imágenes nunca son inocentes. En la cultura contemporánea, fotografías, videos publicitarios y escenas de cine funcionan como discursos políticos: comunican ideas, refuerzan valores o desafían el status quo. El ejemplo del reciente spot publicitario en la Argentina lo expone crudamente: días atrás, una estación de servicio difundió en redes un video seudopublicitario a modo de “sketch humorístico” en el que dos empleados simulan el secuestro y desaparición de una clienta. El video refuerza la idea de la eliminación de las mujeres como solución a un conflicto, en un país donde se comete un femicidio cada 27 horas. Y como si la coincidencia quisiera subrayar la gravedad, pocos días después se conoció la noticia del hallazgo de tres jóvenes mujeres asesinadas, cuyos cuerpos fueron literalmente descartados en bolsas de basura. La horrorosa proximidad entre la ficción publicitaria y la realidad demostró, una vez más, que ciertas imágenes no pueden tomarse a la ligera. Lo que algunos pretendieron mostrar como broma terminó siendo prácticamente una escena documental de la violencia machista cotidiana.


Vuelvo a Cindy Sherman en este contexto no como un gesto académico, sino como una necesidad. Me acerco a este horror desde su obra, quizás insuficiente frente a la crudeza de la realidad, pero es mi campo de estudio, es lo que sé hacer y también la razón de ser de este blog: hablar de fotografía contemporánea. Su trabajo expone cómo el cine, la publicidad y la moda producen estereotipos femeninos que, al repetirse una y otra vez, terminan por moldear el imaginario colectivo. En su célebre serie Untitled Film Stills (1977–1980), Sherman se fotografió interpretando personajes femeninos inspirados en películas de ficción: la chica ingenua, la ama de casa desesperada, la víctima frágil, la seductora peligrosa. Ninguno de esos fotogramas pertenecía a una película real, pero todos nos resultaban familiares porque provenían de clichés que habíamos visto cientos de veces en los medios.

El gesto de Sherman fue contundente: mostrar que esas imágenes no son espejos neutrales de la realidad, sino construcciones culturales con efectos palpables. En otras palabras, las imágenes no solo reflejan el mundo: lo crean. Si repetimos hasta el cansancio la figura de la mujer como víctima, como objeto de consumo o como estorbo, tarde o temprano esa mirada se vuelve parte de lo que aceptamos como real.

Haz que se destaque

Cindy Sherman (American, b. 1954)
Untitled #153
1985

En esta fotografía Sherman se retrata como un cuerpo femenino muerto, abandonado en el barro, con restos de tierra pegados al rostro y una expresión rígida. La imagen parece sacada de la escena de un crimen, de esas que circulan en los medios policiales o en el cine de suspenso.

La obra no documenta un hecho, sino que expone la violencia visual de la cultura mediática. Sherman nos recuerda que toda imagen tiene poder político, y que la repetición del estereotipo de la mujer como víctima moldea, a la larga, la percepción social de lo que significa ser mujer.

Resulta urgente hablar sobre el peligro de naturalizar la violencia. En este sentido, el video publicitario no fue un error aislado, sino la consecuencia de una cultura visual que ha naturalizado ciertas representaciones. Que sus autores lo hayan pensado como un chiste demuestra hasta qué punto el secuestro, la eliminación o la desaparición de mujeres puede ser percibido como “un recurso narrativo más”, sin medir sus implicancias. Pero no es un recurso más: es una imagen que conecta con miles de historias reales de violencia.

Lo que Sherman ya advertía a finales de los años ’70 sigue siendo cierto hoy: mirar nunca es un acto inocente. Cada imagen instala un marco de sentido. Cada repetición refuerza una idea de lo que una mujer puede o no puede ser, de lo que merece o no merece. Y cuando esas imágenes banalizan la violencia, lo que se instala es la aceptación tácita de esa violencia.

Las imágenes, su creación y distribución, son una responsabilidad compartida. Como fotógrafa, sé que la creación de imágenes conlleva una enorme responsabilidad. Pero también la tiene quien las difunde, quien las financia y quien las consume. La cultura visual que compartimos es un tejido colectivo: cada imagen que producimos o dejamos pasar sin cuestionar va sumando hilos a ese entramado.

Por eso insisto: no podemos dejar de hablar de estas cosas. Hay quienes preferirían que calláramos, que pensáramos que ya se dijo suficiente, que estos debates quedaron en los ’80. Pero la realidad, con su violencia reiterada, nos demuestra que aún estamos lejos de haber resuelto la cuestión. Más bien, estamos obligados a mirarla de frente. ¿Acaso nadie cuestionó ese spot mientras se iba desarrollando?

Cerrar los ojos no es opción, y el arte nos ofrece herramientas para mirar de frente. La obra de Cindy Sherman sigue siendo un faro porque nos recuerda que las imágenes pueden desarmar ficciones y revelar las estructuras ocultas detrás de ellas. Frente a la violencia simbólica y real que nos rodea, mirar críticamente se vuelve una forma de resistencia.

No se trata solo de denunciar un video o indignarse en redes, sino de comprender que lo que vemos y cómo lo vemos define en gran medida el mundo en el que vivimos. El poder de las imágenes está en disputa. Y no podemos darnos el lujo de dejarlo en manos del descuido, la frivolidad o el cinismo.

Marina Cisneros

Director y Project Manager en Plataforma RARA. Profesional en gestión cultural y artes visuales, editora especializada en fotografía artística contemporánea y profesionalización de artistas visuales.

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