“Invasión” de Rafael Gonzáles: ciencia ficción contra la represión en Perú

Marcianos en medio de protestas callejeras en Perú. Policías convertidos en criaturas alienígenas, manifestantes sin rostro. Estas no son escenas de una película de ciencia ficción, sino parte de Invasión, un proyecto fotográfico de Rafael Gonzáles. Concebido durante las violentas protestas ocurridas en Perú entre 2022 y 2024, Invasión explora la represión estatal y el abuso de poder a través de una visión poco convencional. Esta audaz propuesta seleccionada en la convocatoria de proyectos de Plataforma RARA, combina la inmediatez del registro documental con la potencia evocativa de la ficción, invitando a una reflexión crítica sobre la violencia política desde un ángulo completamente nuevo.

© Rafael Gonzáles

Ciencia ficción y poder: las influencias detrás de Invasión

A grandes rasgos, Gonzáles emplea una estética inspirada en la ciencia ficción para transformar a las figuras de autoridad en seres alienígenas, mientras despoja de rostro a los ciudadanos retratados, generando imágenes tan inquietantes como reveladoras. Para dar forma a Invasión, su autor bebe de fuentes poco habituales en la fotografía documental clásica. En la entrevista, Gonzáles revela que una de sus inspiraciones centrales fue la célebre obra Crónicas Marcianas de Ray Bradbury, específicamente por su manera de invertir los papeles entre colonizadores y colonizados. Crónicas Marcianas relata la llegada de humanos a Marte y su encuentro con marcianos autóctonos; Bradbury hace una sutil crítica en esta obra, presentando a los humanos como los seres inhumanos. La serie fotográfica adopta esa misma inversión moral: quienes ostentan el poder represivo en la realidad peruana son retratados como criaturas ajenas a la humanidad, mientras que las víctimas de la represión (los ciudadanos comunes) aparecen anonimizados, privados incluso de su identidad facial. Esta elección conceptual convierte a los opresores en “alienígenas” en su propia tierra y subraya cómo la violencia estatal deshumaniza tanto a quienes la ejercen como a quienes la sufren.

© Rafael Gonzáles

Junto a la literatura de Bradbury, Gonzáles reconoce la influencia estética de la cultura pop japonesa. Series como Evangelion y Gantz participan como inspiración, como referencias gráficas muy ricas, señala el fotógrafo. No es casualidad: ambas series mezclan ciencia ficción, terror y acción con fuertes cargas simbólicas, algo que Invasión también busca reflejar. De Evangelion podría venir el uso dramático del contraste entre gigantescas figuras ominosas y la fragilidad humana, mientras que Gantz con su imaginería de seres desconocidos y violencia gráfica, resuena en la atmósfera oscura que Gonzáles imprime a sus fotos. Estas referencias aportan a Invasión una estética de horror y misterio, con tintes de fantasía futurista, que la aleja intencionalmente del look tradicional del fotoperiodismo.

En el plano teórico, Invasión también se sustenta en ideas filosóficas. Gonzáles menciona la impronta del pensador Michel Foucault, cuya obra sobre las dinámicas de poder y control social le impactó profundamente en su época universitaria. “Aunque Foucault nunca escribió ficción, sus conceptos sobre el poder, la resistencia y el castigo influyeron en la manera que direcciono la segunda parte de Invasión”, explica. Esta huella foucaultiana se traduce en la serie en una exploración de cómo el poder se ejerce sobre los cuerpos y cómo la resistencia emerge incluso bajo la invisibilización o la alienación. En otras palabras, Invasión no solo retrata hechos (las protestas y su represión), sino que incorpora una capa conceptual que dialoga con teorías sobre vigilancia, disciplina y deshumanización, haciendo que cada imagen funcione en múltiples niveles de lectura: el documental, el ficticio-metafórico y el crítico.

Materializar un proyecto tan poco convencional supuso un desafío técnico y creativo considerable. Gonzáles tuvo que navegar entre la realidad caótica de las manifestaciones y la visión imaginaria que quería construir. En la entrevista confiesa que el proceso técnico fue el más loco de todos. Al trabajar con material documental de situaciones impredecibles (las protestas callejeras) y luego intervenirlo digitalmente, cada fotografía requirió soluciones diferentes. Algunas imágenes demandaban más trabajo para compartir la estética de las demás, señala, dando a entender que lograr coherencia visual fue complejo. La serie debía mantener un lenguaje unificado pese a provenir de fuentes disímiles (fotos espontáneas y escenas escenificadas), así que Gonzáles se impuso cierta disciplina estética: contrastes marcados, atmósfera tenebrosa y elementos de ciencia ficción presentes en todas las piezas.

Esa fidelidad al estilo significó incluso sacrificar fotografías que amaba pero que no encajaban en el tono general. “Fue difícil descartar imágenes que me encantaban, pero no compartían la estética de horror, de altos contrastes, de misterio”, admite Gonzáles. Aquí se percibe una decisión valiente: anteponer la integridad conceptual del proyecto por sobre el valor aislado de ciertas fotos documentalmente potentes. Las imágenes clásicas del fotoperiodismo -dice el autor- “no necesitan sugerir, muestran lo que son”, y precisamente Invasión busca lo contrario: en ese sentido, Invasión solo quiere alimentar su propio universo. Este comentario revela el espíritu subversivo de la obra: lejos de la objetividad y claridad informativa del reportaje gráfico tradicional, Gonzáles apuesta por sugerir antes que mostrar abiertamente, creando un universo visual autónomo con sus propias reglas de interpretación.

© Rafael Gonzáles

Llevar la cámara a las calles convulsas del Perú reciente no fue tarea sencilla. El principal desafío fue la inseguridad –confiesa el fotógrafo–. “No soy fotoperiodista, no tengo ni la experiencia ni los equipos, solo la valentía, pero esta valentía supone un riesgo altísimo. Acercarme lo suficiente durante las protestas fue complicadísimo por la alta violencia y represión”. Sin credenciales de prensa ni protección especial, Gonzáles se expuso voluntariamente al peligro para obtener sus tomas, en un contexto donde decenas de manifestantes resultaron heridos o incluso asesinados por la represión. Su outsider en el fotoperiodismo tradicional se convierte aquí en fortaleza creativa: precisamente por no estar sujeto a las convenciones del reportero gráfico, Gonzáles se permitió una libertad estética inusual para interpretar la realidad.

Al final, Invasión logra su cometido de subvertir el lenguaje fotoperiodístico. Donde la fotografía de prensa busca claridad, Invasión cultiva la ambigüedad y la metáfora; donde aquella aspira a la neutralidad, este proyecto toma partido y denuncia de forma creativa. Gonzáles invierte los códigos visuales: los “villanos” ya no son reconocibles como policías o militares comunes, sino que aparecen como entes de otro mundo; las víctimas ya no son individuos con rostro identificable, sino representantes anónimos de la ciudadanía reprimida. Con este giro radical, el trabajo nos invita a repensar la relación entre imagen y verdad. ¿Puede una fotografía manipulada o escenificada revelar una verdad más profunda que una foto meramente factual? Invasión sugiere que sí, apoyándose en la ficción para iluminar aspectos de la realidad que a veces pasan inadvertidos ante la lente periodística convencional.

El lenguaje visual de Invasión: horror, contraste y texturas digitales

Una parte fundamental de Invasión es su potente lenguaje visual, que envuelve al espectador en una atmósfera de extrañamiento y suspenso. Las imágenes de Gonzáles destacan por un uso dramático del contraste: predominan los negros profundos y los brillos intensos, creando un claroscuro marcado que acentúa la sensación de horror y misterio que el autor buscaba. Muchas fotografías parecen acontecer en entornos casi nocturnos o envueltos en sombras, donde apenas unas cuantas fuentes de luz. Este alto contraste no solo aporta estética, sino que simboliza la oposición entre fuerzas: la luz contra la oscuridad, el pueblo contra el poder, la humanidad contra lo alienígena.

Gonzáles emplea además alteraciones digitales que agregan una capa textural y conceptual a las fotos. Por ejemplo, algunas imágenes incorporan fragmentos de texto superpuestos, posiblemente extractos de documentos oficiales o noticias, como si fueran fantasmas de discursos de poder rondando la realidad retratada. Estos textos borrosos o fragmentados funcionan como texturas visuales que enriquecen la composición y al mismo tiempo contextualizan la temática de represión (recordándonos leyes, declaraciones o narrativas del Estado que justifican la violencia). Otras fotografías presentan un tratamiento de los rostros y cuerpos: los manifestantes suelen aparecer con el rostro difuminado, borrado o sustituido por un vacío digital, lo cual refuerza la idea de anonimato forzado y de la pérdida de identidad bajo la represión. Por otro lado, los agentes de autoridad (policías, militares) a veces son mostrados con máscaras, cascos o rasgos deliberadamente alterados para semejar criaturas de ciencia ficción (ojos brillantes, piel cenicienta, siluetas deformadas) subrayando su rol como invasores en la narrativa de la serie.

El impacto visual de Invasión es, en suma, arrollador. Cada fotografía atrae por su cualidad cinematográfica y siniestra, obligando al público a detenerse en los detalles: los rostros ausentes, las siluetas acorazadas y monstruosas, el entorno urbano convertido en escenario de ciencia ficción. La serie consigue que el observador experimente una mezcla de fascinación y perturbación; al apreciar las imágenes, uno puede sentir la adrenalina y el temor de la protesta, pero también la extrañeza de estar viendo algo que trasciende lo meramente documentado. Esta ambigüedad deliberada en el lenguaje visual es el gran acierto de Gonzáles: nos coloca en un terreno resbaladizo entre lo real y lo fantástico, donde debemos confrontar el mensaje de la obra más allá de la superficie.

© Rafael Gonzáles

Invasión de Rafael Gonzáles se erige como un proyecto fotográfico profundamente original y comprometido, que utiliza la imaginación para arrojar luz sobre una realidad dolorosa, nos ofrece una mirada crítica que desafía los formatos convencionales de la narrativa visual. En lugar de pretender la objetividad, abraza la subjetividad y la metáfora; en lugar de mostrar lo que se ve, revela lo que se siente al vivir bajo la amenaza de la violencia institucional.

Para la audiencia de la fotografía contemporánea, Invasión aporta una reflexión necesaria sobre el papel del fotógrafo como intérprete de la realidad. Nos recuerda que la cámara no solo puede capturar el mundo, sino también reimaginarlo para comunicar verdades más profundas o emociones colectivas. En un contexto donde las imágenes de protesta abundan pero a veces se vuelven rutinarias, el trabajo de Gonzáles destaca por su capacidad de sacudir nuestra percepción.

Seleccionado por Plataforma RARA por su innovación y valentía visual, Invasión trasciende la mera documentación para convertirse en una denuncia creativa. Es una invitación a reflexionar sobre la injusticia de una forma diferente, incómoda pero necesaria. En última instancia, la serie de Rafael Gonzáles nos habla de un conflicto muy terrenal: la confrontación entre el Estado y el pueblo. Y en ese cruce entre realidad y ficción, hallamos una poderosa forma de ver lo que a veces preferimos no ver: la inhumanidad que puede surgir en el corazón mismo de lo humano.

Marina Cisneros

Director y Project Manager en Plataforma RARA. Profesional en gestión cultural y artes visuales, editora especializada en fotografía artística contemporánea y profesionalización de artistas visuales.

https://marinacisneros.com.ar/blog-list
Siguiente
Siguiente

El Familiar: la imagen como guardiana de la memoria